Los resultados de una investigación de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai en la ciudad de Nueva York pueden ayudar también a encontrar terapias para tratar el dolor asociado al Covid-19.
Más de 200 síntomas se presentan como secuelas de la infección con el sars-cov-2 que se han definido como COVID persistente o prolongado. Ahora, un grupo de científicos ha descubierto por qué el dolor puede ser una secuela a largo plazo de este virus.
LOS RESULTADOS
Para realizar el estudio los investigadores
emplearon un modelo de hámster de infección por SARS-CoV-2, por vía intranasal,
en el que los síntomas de COVID son similares a los experimentados por las
personas, y descubrieron que la infección dejaba una firma de expresión génica
en los ganglios de la raíz dorsal que se mantuvo incluso después de que el
virus fuera eliminado. Esta firma coincidía con los patrones de expresión
génica que se habían observado en el dolor provocado por otras afecciones.
Los investigadores encontraron que los
hámsteres infectados con el coronavirus presentaron una ligera
hipersensibilidad al tacto poco después de la infección, que se volvió más
grave con el tiempo, hasta 30 días. Después llevaron a cabo experimentos
similares con el virus de la gripe A para comprobar si otros virus de ARN
promueven respuestas similares.
Observaron que el virus de la gripe A
provocaba una hipersensibilidad temprana más grave que la causada por el
SARS-CoV-2, pero que esta desaparecía cuatro días después de la infección. Al
analizar los patrones de expresión génica en los ganglios de la raíz dorsal
descubrieron que el SARS-CoV-2 había provocado un cambio más relevante en los
niveles de expresión de los genes involucrados en los procesos de señalización
específicos de las neuronas en comparación con la gripe.
Cuatro semanas después de que los
roedores se recuperasen de la infección viral las pruebas mostraron que
mientras lo que habían sido infectados con la gripe ya no manifestaban signos
de hipersensibilidad a largo plazo, los infectados por SARS-CoV-2 si
presentaban un empeoramiento de la hipersensibilidad que se traduce en dolor crónico,
y firmas de expresión génica parecidas a las observadas en los ganglios de la
raíz dorsal de ratones afectados por dolor inducido por inflamación o lesión
nerviosa.
“Nuestros hallazgos podrían potencialmente conducir a nuevas terapias para pacientes que sufren de COVID agudo y prolongado, así como otras condiciones de dolor”, afirma Serafini, quien añadió que el estudio “también muestra que el SARS-CoV-2 causa efectos a largo plazo en el cuerpo de maneras drásticamente nuevas, lo que subraya aún más por qué las personas deben tratar de evitar infectarse”.
POTENCIALES TERAPIAS PARA ALIVIAR EL DOLOR POS-COVID
Análisis bioinformáticos permitieron a
los científicos comprobar que el SARS-CoV-2 reduce la actividad de varios
reguladores del dolor identificados previamente y una proteína llamada factor
de unión potenciador de interleucina 3 (ILF3).
ILF3 no se ha estudiado todavía en el
contexto del dolor, pero es un potente regulador del cáncer. Los investigadores
administraron a los animales un fármaco contra el cáncer que inhibe la
actividad de ILF3 y comprobaron que era muy eficaz para tratar el dolor en un
modelo de ratón con inflamación localizada.
Esta investigación ha sido presentada por Serafini en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Farmacología y Terapéutica Experimental durante la reunión de Biología Experimental (EB) 2022, celebrada en Filadelfia entre el 2 y el 5 de abril. Los investigadores están trabajando para identificar otros compuestos que podrían reutilizarse y al mismo tiempo están atentos a los nuevos compuestos que podrían inhibir la actividad de ILF3.
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